Cuando un ave se arrastró

Y que no me cueste la vida
La venganza de su pecho,
Que no es mas despecho que recelo,
Que no es mas ambiente que deseo,
Es condena de sus besos.
Es latente desconsuelo.

Su sueño encierra lamento,
Templado sin diciembre de por medio,
Sin su risa,
Sin su voz,
Escapa del silencio,
Relegando más de él a su eterna majestad,
Construyendo ante ella un latente desenfreno.

Mas si una noche enloqueciera esta locura,
No dejaría mas que latidos,
Que un arrullo malgastado.
No más que un silencio enfurecido,
Un descanso dedicado.

Demente aquel que se niega a elevar
Un pedazo de memoria,
Detén a aquel,
Que sin sentido se aleja de tus ojos.
Y del pasado sacude un pañuelo
Que entre lágrimas y polvo,
Ha podido descocer al niño del deseo.