sábado, 9 de junio de 2007

Jamás un silencio

Jamás había sentido el eco del pensamiento,
pero las horas pasan tan rápido que algo debía detener esta locura,
este trayecto del que ningún grito podía apartar mi mirada del suelo,
que ninguna mano podía acariciar este cuerpo cansado,
esta mirada malgastada.
El silencio es tan puro en estos momentos que su coherencia me hunde,
me sienta y observa. Se ríe de mi vida, de mis lágrimas, de mi risa.
Me acaricia, mas sé que sus espinas esperan mi derrumbe, debilitan esta pena.
Jamás había sentido el eco del silencio, y debo admitir que tampoco sabía que existía, que algo tan único pudiera dar un remezón de 40 grados y que pudiera guardar las armas que callada había ocultado.
Jamás había sentido el eco.
Y jamás espero hacerlo.